Un nuevo estudio revela que los ecosistemas del planeta no son un caos aleatorio. Desde los océanos hasta los desiertos, la vida sigue un patrón regular que podría cambiar la manera en que entendemos la biodiversidad y su conservación
La naturaleza podría ser mucho más ordenada de lo que solemos imaginar. Investigadores internacionales, liderados por Rubén Bernardo-Madrid de la Universidad de Umea, descubrieron que la vida en la Tierra no se distribuye al azar: existe un patrón común que se repite en todos los ecosistemas, conectando desde los arrecifes marinos hasta los desiertos más áridos.

El equipo examinó la distribución de siete grupos de organismos: anfibios, aves terrestres, mamíferos que no vuelan, reptiles, rayas marinas, libélulas y árboles. Usando mapas detallados y análisis de redes, pudieron identificar regiones biogeográficas y observar cómo se distribuyen las especies en cada una. El resultado: todas las regiones muestran un mismo esquema de organización, con un “núcleo de biodiversidad” concentrando la mayoría de las especies, mientras que en las zonas de transición la riqueza biológica disminuye gradualmente.
Este patrón no se debe al azar. Se trata de lo que los ecólogos llaman un “filtro ambiental”: únicamente las especies capaces de tolerar las condiciones locales logran sobrevivir y prosperar. Según los investigadores, esta estructura está presente en el 77% de las regiones biogeográficas analizadas y refleja cómo la vida se adapta y organiza frente a múltiples factores, como la ocupación geográfica, la interacción entre especies y la riqueza de biotas.

Lo más sorprendente es la concentración de vida en los núcleos: estas áreas representan solo el 30% de la superficie de una región, pero albergan hasta el 92% de las especies estudiadas. Según Bernardo-Madrid y su equipo, proteger estas zonas es clave para mantener la biodiversidad a nivel global y asegurar que la red de la vida siga funcionando.
En pocas palabras, la Tierra parece tener un “código secreto” que organiza a los seres vivos. Comprender este patrón no solo nos permite apreciar la complejidad del planeta, sino que también nos da herramientas para priorizar la conservación en los lugares donde realmente importa.


