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Rutas secretas: más allá de Mendoza, el vino argentino te sorprende

El vino argentino es mucho más que Mendoza. Desde La Rioja hasta la Patagonia, nuevas rutas del vino se abren paso ofreciendo paisajes únicos, cepas autóctonas y experiencias auténticas que maridan la identidad local con el placer enológico. Hoy te contamos esos caminos alternativos que merecen una copa y una escapada.

En el noroeste, Salta y sus imponentes Valles Calchaquíes siguen siendo una sorpresa para quienes salen del circuito masivo. Con viñedos elevados entre los 1.600 y más de 3.000 msnm —desde Cafayate hasta Molinos y Payogasta— la cepa emblemática de la zona, el Torrontés, despliega aromas intensos y un frescor único gracias a la amplitud térmica de altura. La experiencia se vive entre senderos de montaña y bodegas familiares que ofrecen caminatas entre vides, visitas a museos del vino y acogedoras chacras para alojarse.

Pero, sin duda, La Rioja se lleva todas las miradas ahora. Su reciente lanzamiento de la Ruta del Torrontés Riojano revaloriza una tradición centenaria. Con 19 bodegas conectadas —entre Chilecito, Valle de la Puerta, Villa Unión y Famatina— y más de 7.400 ha de viñedos, la provincia se propone como destino enoturístico de jerarquía. Allí, se conjugan uvas autóctonas, paisajes serranos impactantes y bodegas que combinan producción artesanal con modernidad efectiva, poniendo énfasis en certificaciones orgánicas y desarrollo sostenible.

En La Rioja conviven bodegas familiares y cooperativas de larga data como La Riojana, que comparte su legado con emprendimientos jóvenes como Chañarmuyo, Haras San José o La Macarena. Muchas de ellas ofrecen degustaciones íntimas y recorridos por viñedos biodinámicos o sustentables, enmarcados en vistas panorámicas de picos y quebradas que dan dimensión al sabor del vino.

Avanzando hacia el sur, San Juan aparece como la segunda fuerza vitivinícola de Argentina. Sus rutas atraviesan el valle de Tulum, Pedernal y Calingasta, donde se destacan Syrah y Chardonnay. Bodegas boutique como Segisa, Las Marianas o Viñas de Segisa ofrecen recorridos temáticos, maridajes con cocina local y panorámicas a la sierra. Es un recorrido que mezcla altitud y calidez del desierto enológica, con una crianza del vino que habla de tradición e innovación.

La Patagonia también tiene su lugar bajo el sol (más bien, bajo el viento helado). Desde Neuquén hasta Chubut y Río Negro, se produce Pinot Noir, Merlot, Chardonnay y espumantes en viñedos ubicados en tierras altas y frías. Bodegas como del Fin del Mundo, Malma y Nant y Fall ofrecen rutas escénicas, con spa, agroturismo y hasta paleontología local. En la mayor latitud, valle de Sarmiento en Chubut ostenta una de las zonas vitivinícolas más australes del mundo, con reconocimientos oficiales por su acidez y perfil único.

También emergen otras zonas incipientes: Médanos, en la provincia de Buenos Aires, con influencias marinas que dan vinos frescos y elegantes; y los valles de Catamarca, con recorridos que combinan arquitectura en adobe, historia precolombina y vinos de altura aún por descubrir.

Estas rutas alternativas ya no son itinerarios secundarios, sino protagonistas de una nueva generación de enoturismo. Cada región ofrece no solo vinos de carácter, sino experiencias auténticas: desde la altura patagónica hasta las ancestrales tradiciones riojanas. Y La Rioja, con su flamante ruta, demuestra que salir del mainstream puede abrir puertas a paisajes, historias y sabores tan inolvidables como una buena copa.

En España, por ejemplo, una de las bodegas más antiguas del país logró reducir su huella de carbono en más del 30 % gracias a la reforestación, el uso de cubiertas vegetales y vehículos eléctricos. En Chile, hay bodegas que ya exportan vinos biodinámicos a decenas de países, demostrando que el respeto por la tierra también puede ser un valor de exportación.

Estas historias muestran que la sustentabilidad no es solo una cuestión de imagen: es una transformación profunda de cómo se entiende el hacer vino. Una copa con conciencia puede tener el mismo sabor (o mejor) que una tradicional, pero además deja una huella más liviana sobre el planeta.

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